Andén interior

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domingo, 26 de diciembre de 2010

Antonieta




Antonieta


Algún secreto abrigas ya, tú que eras nuestro espejo cristalino.

La sonrisa más bella que jamás haya visto en rostro alguno,
brillaba como estrella en tí.  

Tú alegría contagiosa, las ocurrencias más originales, las risas como cascadas, las largas pláticas en las madrugadas veraniegas, mientras yo leía tu libro de Demián, y tú resolvías los intrincados secretos de las venas y las arterias del universo humano.

Antonieta con sus largos cabellos negros y brillantes, todos llenitos de florecillas rojas, que cortábamos en los caminos cercanos a tu casa.

El minino ronroneando a tu lado, esquivo a mis llamados y con esa libertad de la que hacías gala, declarándote seguidora suya.

La jaula de canarios al final del pasillo, y mi curiosidad constante en sus nidos y crías. 

La música surgiendo siempre, los cantos juntas, las noches calurosas meciéndonos en las hamacas mientras inventábamos nuevas letras.

El 24 de diciembre es un bello día para decirnos adiós, querida prima.  Bien decías, un día especial para iniciar la vida y otro muy significativo para decirnos adiós. Recorrí por vez última el camino a tu casa, mis lágrimas no son suficientes entre tantos recuerdos agolpados en mi mente, y abrigados en mi alma.

Algún secreto abrigas ya, tú que eras nuestro espejo cristalino. Lo he cubierto de florecillas rojas, como te hubiera gustado siempre.