Tiempos lejanos,
cuando en el salón de clases,
pasabas al frente con tu inconfundible cabello desordenado,
y luego,
sonreías y cantabas quedito al pasar por mi banca.
Las mejores clases,
con risas acalladas,
y aquellas palomitas de papel multicolor,
volando con tu nombre.
Nadie más,
adornó el camino de mi casa al colegio,
con corazones pintados con gis blanco,
y misteriosas rosas frescas.
Tus palabras en el viento,
mientras escuchaba las mariposas de mi mente,
porque en realidad nunca dijimos nada,
y todo se quedó muy dentro.
¿Cuántos diálogos imaginarios soñamos?
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